25 de noviembre de 2014

En Misa: sordos, ciegos y mudos



Hace unos días estaba dando la comunión, digo: "Cuerpo de Cristo", miro a la cara a la persona que le voy a dar la comunión y veo que es un señor que lleva puestas unas orejeras. Creo que es la primera vez que veo a alguien en Misa con orejeras. Me hizo bastante gracia aquella situación.
Probablemente aquel señor tenía frío y no quiso quitarse las orejeras para que no se le congelasen las orejas. De todos modos aquella situación me llevó a reflexionar que hay algunos cristianos que, aunque no se nos ven las orejeras, en el fondo estamos en Misa con los oídos taponados, que tenemos tanta cera en los oídos que somos incapaces de escuchar la Palabra de Dios, de dejarnos transformar por ella, de interrogarnos ni siquiera un poco nuestro estilo de vida. "Por un oído nos entra y por otro nos sale" -que diría el refrán. Son cristianos sordos.
Siguiendo con la reflexión, también nos encontramos con otras personas que vienen a Misa con los ojos tapados, que son incapaces de mirar a las personas que tienen a su lado, que les importa un comino la comunidad. Son personas que solo se miran a sí mismos y que les molesta cualquier creatividad, novedad o gesto que se realiza en Misa y que le implique moverse ni siquiera un centímetro de su banco. Son cristianos ciegos.
Y también hay otros cristianos que vienen a Misa con la boca tapada: que no responden o lo hacen de mala gana; que no cantan; que no participan... Personas que tienen los músculos de la boca agarrotados. Y esos son los que luego se quejan diciendo que la Misa es un rollo, que no hay quien aguante, que es insoportable. Son cristianos mudos.
Me viene a la mente aquel dibujo de los tres monos: uno se tapa los oídos, otro los ojos y otro la boca.
Si te sientes identificado con uno de estos tres tipos de actitudes, deja ya de ser un "mono cristiano".

23 de noviembre de 2014

Hay reyes y Reyes


Estamos acostumbrados a encumbrar a la gente, a adorar ídolos y poner coronas de grandeza. Vivimos en un mundo donde elevamos a la categoría de reyes a muchas personas y casi los convertimos en dioses, o mejor dicho, "diosecillos" ante los que nos arrodillamos. ¿Quieren algún ejemplo concreto?
- Cristiano Ronaldo (y tal vez muchos otros deportistas): juega bien al fútbol, es una persona atlética... pero ¿eso es suficiente para ponerle una corona de grandeza? ¿Tenemos que adorar a una persona que solo piensa en su imagen física y en alcanzar muchos trofeos?
- Justin Biever (y tal vez otros muchos cantantes): canta bien, es guapo, tiene talento... pero ¿eso es suficiente para convertirlo en nuestro ídolo? ¿Está bien que ensalcemos a una persona que tiene problemas con la justicia, que flirtea con las drogas y se cree con derecho a todo por ser famoso?
- Paris Hilton (y tal vez otras "niñas caprichosas" de nuestra sociedad): tendrá mucho dinero heredado de su familia y de una red de hoteles... pero ¿eso le autoriza a esta joven a derrochar, y estar de fiesta en fiesta? ¿Por qué nosotros damos seguimiento a una persona que tiene mucho dinero, pero está vacía, totalmente vacía de valores?
La lista de personas "endiosadas" por nuestro mundo sería muy larga. Esto es solo un aperitivo para que veamos quiénes son los "nuevos reyes" a los que adoramos. En su gran mayoría todos estos pequeños dioses solo piensan en sí mismos, en su fama, en su enriquecimiento, en su bienestar, en su comodidad.
Hoy celebramos la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. El reinado que nos ofrece Jesús es muy distinto a todo lo que nos propone nuestra sociedad. Jesús no fue un buen deportista, ni una estrella del rock, ni un empresario famoso, ni un actor de cine, ni un modelo de pasarela... pero Jesús "pasó haciendo el bien" y eso le convierte en Rey.

13 de noviembre de 2014

Quiero un cura molongui


Estos días iba viajando en tren. Sentados detrás de mí estaban 3 jóvenes: dos chicas y un chico. Iban hablando de la boda de una de ellas, de los preparativos, de la ilusión que le hacía casarse, de cómo quería organizar la despedida de solteros, del menú... y de la ceremonia. Bueno, mejor dicho, hablaba del tipo de cura que quería que la casara con su novio. Ella dijo que quería un cura molongui, que no fuera aburrido.
En la soledad de mi asiento esbocé una ligera sonrisa y comencé a pensar qué es lo que le movía a aquella chica a querer tener un cura molongui en su boda. Quizá pretendía esquivar a esos sacerdotes que aburren incluso a las piedras de la Iglesia; quizá quería huir de esos sacerdotes moralistas, ritualistas y tantas otras cosas que terminan en "istas". O tal vez su intención era tener un cura simpático, gracioso, divertido y jocoso que en lugar de oficiar una ceremonia nupcial ofrezca a todos los asistentes (incluidos los novios) un monólogo como los que se sirven en televisión en el "Club de la Comedia".
Si les soy sincero, la actitud y el comentario de aquella chica no me sorprendió en absoluto. Un gran porcentaje de los novios que se casan hoy en día buscan un traje elegante, una Iglesia bonita, un banquete abundante y exquisito, un viaje exótico... y un cura molongui. En más de una ocasión han venido a mí parejas de novios queriendo tener una ceremonia "original", breve y amena. Son los menos los que vienen y te piden que les ayudes a descubrir a Dios en su relación de pareja. Y lo peor de todo es que en algunas ocasiones nosotros, los sacerdotes, caemos en esa trampa y les ayudamos a organizar una boda light, descafeinada, sin contenido, tan original, tan original que nos olvidamos incluso de Dios.
Por eso cuando alguien me dice que se va a casar por el Juzgado, por lo civil, por la Ley, porque no cree en el Sacramento, no solo no me ofende, sino que brota en mí el aplauso y el apoyo ante esas personas que quieren ser coherentes. Con las cosas de Dios no se juega. Si queremos un cura "molongui" es porque en el fondo también queremos un Dios "molongui", que no nos comprometa, que no nos exija.
Amiga que se va a casar, no te conozco lo suficiente, pero me atrevo a darte un consejo: búscate un cura que te ayude a entender el sacramento, que te acerque a Dios y te haga comprender la importancia del paso que vas a dar.