30 de agosto de 2014

Con la cruz de cada día


Ya sabemos que las cosas del mundo van por un lado y las cosas de Dios por otro. Mientras que el mundo nos presenta que los ricos son los más felices, Jesús nos recuerda que Dios está más cerca de los pobres. Mientras que el mundo te invita a sobresalir por encima de los demás, Jesús nos recuerda que hay que ser humildes. Mientras que el mundo nos ofrece la guerra como solución a los problemas humanos, Jesús nos invita a trabajar por la paz y la justicia. Mientras los muros y fronteras de los países se cierran cada vez más, Jesús nos muestra que hay que acoger a los extranjeros y ofrecerles lo que tenemos...
Y en el evangelio de este domingo nos encontramos otro claro ejemplo de que las cosas del mundo y de Dios van por caminos distintos. Normalmente se nos vende una vida fácil, llena de comodidades, de lujo, de bienestar. Y Jesús nos muestra una vida de sacrificio, de lucha diaria, de sufrimiento y de cruz.
Ya Jesús estaba percibiendo que su mensaje era molesto para los gobernantes políticos y religiosos de su época y presupone que su vida puede acabar en la cruz. Él acepta esa cruz, esa aparente derrota porque sabe que al final Dios se lo recompensará.
Creer en Dios no está de moda. Muchos tenemos que aguantar la burla en nuestra familia, en el trabajo, en los medios de comunicación... Quizá en muchas ocasiones queremos tirar la toalla, nos da vergüenza decir que creemos en Dios, que vamos a Misa o rezamos cada día a Dios. Jesús también fue perseguido y criticado, como hemos escuchado en el Evangelio, pero supo cargar con su cruz y aceptar los sufrimientos.
Ojalá y podamos cargar también nosotros con las cruces de cada día. Ojalá y sepamos aceptar las cosas buenas y las no tan buenas que cada día nos encontramos. Recordemos que Dios nos recompensará todos los esfuerzos y sacrificios.

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