1 de febrero de 2014

¿Qué tú le ofreces a Dios?


Un par de tórtolas o dos pichones era lo que se ofrecía en tiempos de Jesús cuando las familias presentaban a sus hijos primogénitos en el Templo. Era una forma de expresar al Señor el agradecimiento por el nacimiento de un hijo.
José y María cumplieron con la norma y llevaron a Jesús al Templo a presentárselo al Señor.
Después de aquel gesto en el Templo el niño fue creciendo y José y María estaban a su lado sosteniendo y fortaleciendo la vida de Jesús. La ofrenda del par de tórtolas o de los dos pichones se convirtió en una ofrenda permanente, en un sacrificio continuo por parte de los padres de Jesús, que entendieron que su Hijo estaba llamado a liberar al pueblo de Israel. La ofrenda y la entrega de Jesús fue durante toda su vida y culminó en la cruz, donde se ofreció y entregó por toda la humanidad. Un gesto que supera toda entrega y toda ofrenda.
Nosotros también estamos acostumbrados a presentar a los bebés recién nacidos en la Iglesia, y los presentamos con aplausos, alabanzas y bendiciones. Les damos la bienvenida y los mostramos al resto de la comunidad. El problema está en que en su gran mayoría esa presentación se convierte en un “teatro”, porque muchos de esos padres no creen en Dios, no participan en la vida de la Iglesia y realmente no educan a sus hijos en la fe cristiana. Si fuéramos consecuentes con ese gesto no solo presentaríamos la vida de nuestros hijos sino la nuestra también, porque si nosotros nos damos al Señor nuestros hijos imitarán nuestro ejemplo.
Si vas a presentar a tu hijo o a tu hija al Señor, dale el verdadero sentido, déjate de “teatros” y ofrécele también tu vida a Dios.

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