2 de noviembre de 2013

Zaqueo-Saqueo


Para los que somos españoles y pronunciamos la z con sonido “z” y no con sonido “s” a veces se nos hace difícil adaptar el oído al sonido de la z como si fuera “s”. Pero en otras ocasiones la confusión entre la “z” y la “s” puede ser útil. Es el caso del evangelio de este domingo en donde aparece Zaqueo (o Saqueo, según pronunciemos la “z”).
Y es que realmente el nombre de Zaqueo va muy unido al saqueo. Sí, hermanos y hermanas. Zaqueo era un recaudador de impuestos (un publicano) que en la época de Jesús tenían fama de quedarse el dinero ajeno y robar a otros a través de los cobros que realizaban.
Quizá haya coincidencia entre los cobradores de impuestos de aquella época y la nuestra, no lo sé.
No sé si Zaqueo saqueaba o no, el caso es que tenía fama de eso. Se suele decir “toma fama y échate a dormir”. Pues a Zaqueo le pasó algo de eso, pero quería cambiar de vida y convertirse. Él que era bajito de estatura busca una estrategia fantástica y muy original: se sube a un árbol para ver pasar a Jesús y llamar su atención. Pero quien sorprende, una vez más, es Jesús. En lugar de que Zaqueo vea a Jesús, es Jesús quien ve a Zaqueo, en lugar de subir, le dice que baje del árbol, y lo más sorprendente: Jesús le dice que quiere entrar en su casa. Menudo escándalo para los judíos. Jesús, el Mesías, un profeta en casa de un pecador. Pero qué tipo de profeta era ese que se mezclaba con ladrones, tigueres, sinvergüenzas, bandidos y traidores.
Pues ese profeta es Jesús que nos recuerda que Dios está cerca de los más perdidos, de los olvidados y pecadores.
Jesús no va a casa de Zaqueo porque sea un pecador, sino porque, aún siéndolo, él se arrepiente y quiere vivir más cerca de Dios.
Ojalá y todos los ladrones de nuestro país (los ladrones que llevan traje y los ladrones de barrio) se convirtieran y quisieran que Jesús entrara en su casa. Viviríamos todos más felices.

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