18 de enero de 2013

¿Nos falta el vino?



El Evangelio de este domingo nos ofrece el relato de las Bodas de Caná donde Jesús convierte el agua en vino. Ese signo del Maestro significa que Él nos ofrece algo nuevo y mejor que lo que hasta entonces habían conocido los judíos. El mensaje de Jesús fue una auténtica novedad en su época, y sigue siendo una verdadera novedad en nuestra época.
En aquella boda les faltó el vino, pero si analizamos nuestra vida cristiana actual, quizá a nosotros también nos falta en muchas ocasiones el vino.
Nos falta el vino cuando vivimos encorsetados, amarrados a las estructuras mentales rígidas y nos dejamos llevar por frases como “aquí siempre se hizo así” o “eso mejor no tocarlo”.
Nos falta el vino cuando la Iglesia no denuncia las injusticias que descubre a su alrededor y vive indiferente ante situaciones de pobreza y marginalidad.
Nos falta el vino cuando no preparamos las celebraciones sacramentales con ilusión, con alegría y asistimos a la Eucaristía “por cumplir”. Cuando no nos renovamos en los cantos, cuando los sacerdotes celebramos sin vida y de forma mecánica, o realizamos la liturgia siempre igual.
Nos falta el vino cuando se piden voluntarios para alguna tarea en la comunidad y nadie está disponible, o como mucho están disponibles los mismos de siempre.
Nos falta el vino cuando en la familia no compartimos nuestra fe y no dejamos un espacio a la Palabra de Dios.
Hermano, hermana, después de leer todo esto, ¿crees que a ti te falta el vino?

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