19 de diciembre de 2012

San José


     Hola, Mangantes, soy San José, el esposo de maría. Dejé que hablara ella antes y contara su versión de los hechos acontecidos cuando nació Jesusito. Al fin y al cabo ella fue la que se llevó el susto mayor cuando Gabriel le dijo lo de concebir al Hijo de Dios. Aunque mi sorpresa también fue mayúscula.
     Recuerdo aquella mañana en que María vino al taller de Nazaret y me dijo: "tenemos que hablar, tengo algo importante que contarte". Yo seguí con mis quehaceres, ya saben ustedes las tonterías con las que a veces te vienen las mujeres. María insistía e insistía, y finalmente, le dije: "vamos a ver, ¿qué quieres?"
     Ahí fue que me soltó todo, que estaba embarazada, que había sido el Espíritu Santo, que se lo había anunciado el Ángel Gabriel, que el niño que iba a nacer iba a ser el Mesías. Yo pensaba que estaba embromando conmigo, pero su carita me hacía ver que estaba hablando enserio, muy en serio. Empecé a analizar todo lo que me decía... y lo que más me irritaba era eso del Espíritu Santo. ¿Quién se pensaba que era el Espíritu Santo para intervenir en la relación entre María y yo?
     Estuve varios días sin hablar a María, porque realmente sospechaba que me la había pegado con otro de la aldea, pero por otro lado pensaba que ella no era de ese tipo de mujeres. Siempre había sido seria, siempre se había hecho respetar.
     Después de unos días decidí repudiarla, rechazarla en secreto, para que nadie se enterara y fuera "maltratada" y señalada en la aldea.
     Pero... en aquella noche en que se me apareció a mí también el ángel de Dios, comencé a pensar de otra manera. Era increíble: Dios era capaz de convencer al mas incrédulo. Comencé a ver la mano de Todo poderoso en todo aquello.
     Luego vino el Nacimiento, toda una odisea, cargada de obstáculos, no creo que los corredores de salto de vallas en las Olimpiadas salten tantos obstáculos como los que yo salté. Que si la posada estaba llena, que si tuvo que nacer Jesusito en un pesebre, que si luego tuvimos que huir a Egipto... ¡Dios mío!
     De lo que sí puedo dar testimonio es de que Jesús desde muy pequeño siempre fue muy responsable y aplicado. Era, ademas, muy piadoso y serio en las cuestiones de Dios y eso fue lo que le impulsó a convertirse luego en una gran profeta, mejor dicho, en el Mesías... De todos modos, de todo eso poco puedo hablar, ya que fallecí antes.
     Quisiera, Mangantes, que me dijeran qué hubiesen hecho ustedes en aquella situación: ¿hubiesen repudiado en secreto a María, la hubiesen aceptado, la hubiesen dejado y abandonado...? Ustedes dirán.
     Yo creo que hice lo correcto, así me lo dicta mi conciencia. Felices fiestas del nacimiento de mi "hijo" Jesús.

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