31 de diciembre de 2012

Último Mango del año

    


     Si les soy sincero, no tengo nada más que decir en este año. Se acaba el 2.012, lo que no se haya hecho, ya no se hará. Es momento de mirar hacia atrás y recapitular, evaluar y valorar lo que mereció la pena y lo que no.Es tiempo de revisar lo que hemos hecho para repetir y continuar con aquello que mereció la pena y dejar a la vera del camino las cosas que no fueron tan positivas.
     Es momento para dar gracias a Dios por lo vivido en este año, por las personas nuevas que hemos conocido, por las experiencias nuevas que hemos tenido, por el trabajo nuevo que hemos empezado... Y es momento de dejar a un lado y retirar todo aquello que nos ha hecho daño, que nos ha causado dolor, que nos ha producido alguna herida.
     En unas horas comienza un nuevo año, cargado de posibilidades, de retos, de aventuras, de desafíos... Mangante, ¿estás dispuesto a afrontar lo que venga?

29 de diciembre de 2012

Los niños inocentes


     Hola, Mangantes, somos los "santos inocentes". Deberíamos haber escrito ayer, que era nuestra fiesta, pero ya saben que la tradición en nuestro día es hacer bromas a los vecinos, amigos y familiares. Y estuvimos muy liados. Lo que pudimos reír, ¡madre mía!.
     Nuestra historia es sencilla, de nosotros el que más vivió en este mundo de ustedes fue 2 años. Así que poco podemos contar.
     Siempre recordaremos a Herodes porque nos quitó la vida terrena y siempre tendremos presente a Jesús porque Él fue quien nos otorgó la vida eterna. La mayoría de nosotros morimos en manos de nuestras madres que se aferraban a nosotros y nosotros a ellas para salvar la vida. A Herodes le entró una locura porque pensaba que aquel niño que había nacido en Belén le iba a destronar, qué tontería. ¿Cómo un niño va a destronar a un rey? Eso es imposible. Pero, él tuvo miedo de perder su poder y buscó al llamado Mesías por todas las aldeas de Judea. Hay que estar muy locos para hacer semejante barbaridad con criaturas tan indefensas como éramos nosotros.
     Lo cierto es que desde el día en que morimos, realmente empezamos a vivir una nueva vida. Sí, porque fuimos directos al cielo y allí nos recibieron muchos ángeles que agitaban sus alas de alegría al vernos entrar. Nos llevaron a un lugar especial que llaman "Cieliño", donde van todos los niños que mueren antes de los 12 años. Ese lugar es fantástico, hay muchos juegos, podemos comer nubes, y cuando llueve nos mojamos sin coger una gripe. Además, todos los ángeles te sirven, y Dios nos visita cada mañana para darnos los buenos días y cada noche para darnos las buenas noches. No podemos quejarnos, sobre todo sabiendo que vamos a estar aquí toda la eternidad.
     Bueno, Mangantes, recuerden cuando vengan al cielo, darse un paseo por el "cieliño" y saludarnos. Nos agradan mucho las visitas.

27 de diciembre de 2012

Todo es de todos

     Aquí tienen el vídeo de la canción que han grabado los niños de nuestra Fundación La Merced. El tema es de Luis Guitarra, conocido cantaautor español de música religiosa. Él nos ha cedido la canción para que la grabáramos con los niños. El mensaje es espectacular, y puesto en boca de los niños es doblemente espectacular. Ojalá pusiéramos en práctica a nivel mundial lo que nos dice el Estribillo...


25 de diciembre de 2012

Feliz Navidad: motivos para llorar y para reír


     Hola, Mangantes, soy el Niño Jesús, creo que no necesito demasiadas presentaciones, ¿verdad? Ya muchos me conocen y saben de mi vida.
     Hoy, día de Navidad vengo a este mundo, nazco en un humilde portal y deseo quedarme aquí con ustedes para regalarles la salvación. Cuando un niño nace, lo primero que hace el doctor es darle una palmadita en las nalgas para que arranque a llorar. No sé muy bien cuál es la razón exacta para hacer esto, pero conmigo nadie ha tenido ese detalle. Mis padres, José y María, poco saben de bebés (recuerden que yo soy el primer hijo que tienen). Pero sí debo reconocerles que siento deseos de llorar y soltar las lágrimas que llevo dentro al contemplar cómo en algunos rincones de la tierra falta amor y paz. Me conmuevo cuando leo un periódico y veo que algunos niños son maltratados por sus papás; me entristezco cuando me entero que una persona arrebatada de locura entra en una escuela y mata a otras personas; me lleno de pena cuando las familias se rompen y los papás se separan; me pongo a llorar cuando un hombre se queda sin trabajo y no tiene con qué alimentar a sus 3, 4 ó 5 hijos; me pongo triste cuando una persona anciana vive sola y nadie la visita; me brotan las lágrimas cuando veo a los jóvenes perdidos, desorientados y sin rumbo, muchos de ellos atrapados en las garras de la droga o el alcohol sin poder tener control de su propia vida; me apena contemplar cómo muchos niños sufren explotación y son obligados a trabajar.
     Y si me fijo en la Iglesia que yo mismo fundé a veces lloro porque algunos sacerdotes no cumplen bien con su misión, otros sólo se preocupan del dinero e incluso los hay que abusan sexualmente de los niños (¡qué repugnancia!). También me da pena ver cómo muchas personas encargadas de llevar los destinos de esta misma Iglesia sólo piensan en mandar, censurar y someter al pueblo de Dios y no en servirlo. Me entristece que a veces la Iglesia viva dividida, porque eso no va con el Evangelio que yo prediqué.
     Pero, Mangantes, los niños también sonreímos con facilidad y nos alegramos cuando alguien viene a nosotros y nos hace carantoñas. Por eso, también muestro mi alegría al contemplar el mundo y ver la cantidad de adelantos que la ciencia hace, las soluciones que se van dando a algunas enfermedades, aunque aún queda mucho por avanzar y conseguir. Sonrío cuando veo la cantidad de organizaciones que se ocupan y preocupan por defender los Derechos Humanos, especialmente la de los niños. Esbozo una sonrisa cuando veo a mis papá, María y José, unidos, felices y contentos, como tantas otras familias que viven unidas. Me alegro cuando una familia no se conforma con tener un hijo o dos sino que busca la manera de traer al mundo todos aquellos niños que en conciencia ellos pueden educar y alimentar. Sonrío cuando un político corrupto es apresado. No me alegro tanto de su desgracia, sino de que se haga justicia. Me río a carcajadas cuando un niño o una niña con alguna discapacidad física o psíquica rompe barreras y demuestra que tiene otras capacidades diferentes a las de los demás.
     Mi Iglesia, aquella que yo fundé, también me da alegrías, cuando contemplo tantas personas que de forma generosa y altruista dan su vida por los demás: religiosas o religiosos, sacerdotes y laicos dedicados a llevar salud, educación y alimento allá donde nadie llega. Me alegro y lleno de orgullo cuando veo una celebración de la Eucaristía donde todo el pueblo participa, y el sacerdote no se convierte en protagonista. Me lleno de satisfacción cuando los papás llevan a sus hijos a bautizar y les educan en la fe, no por apariencia social, sino porque realmente así lo creen y lo viven. Sonrío cuando un joven decide hacerse catequista y dedicar su tiempo de forma generosa a educar a otros en la fe.
     Tengo muchos motivos para llorar, pero tengo aún más motivos para sonreír.
     Mangante, mira y contempla nuestro mundo, ¿tienes motivos para llorar? ¿tienes motivos para reír? ¿Qué prefieres hacer?
     Feliz Navidad a todos los que como yo tienen motivos para llorar y reír. Por cierto, estoy encantado de habitar en sus corazones, ahí sí que me siento cómodo.

23 de diciembre de 2012

Al pecho llevo una cruz



Hace unas semanas he estado en Brasil compartiendo experiencias y dando Ejercicios Espirituales a los jóvenes que se están preparando para ser mercedarios el día de mañana. Compartí con estos jóvenes la vida y la experiencia como religioso. En uno de los momentos de los Ejercicios ellos me presentaron este vídeo de una canción del P. Zezinho, cantante y compositor católico de origen brasileño. La canción es una versión moderna de una de sus canciones más famosas "Al pecho llevo una cruz". 
El P. Zezinho es una referencia imprescindible en Brasil y en el mundo entero para hablar de música católica. Ahora que él está con problemas de salud, va desde aquí mi homenaje, mi admiración y mi oración. Ojalá y se extienda lo que dice esta canción: "Al pecho llevo una cruz, y en mi corazón lo que dice Jesús".

21 de diciembre de 2012

Hay que gritar



El encuentro entre María e Isabel fue un encuentro especial. Ambas que eran primas muestran con gran entusiasmo la alegría que sienten al encontrarse.
Pero lo que me llama la atención es que Isabel, al ver a María, comienza a gritar: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”
Hubiese sido interesante ver a aquellas dos mujeres llenas de gozo, exultantes de alegría, diciéndose cosas lindas y bonitas a voz en grito. Las dos estaban llenas del Espíritu Santo y eso les llevaba a comportarse con ese entusiasmo.
¡Cuántas cosas nos llenan a nosotros de alegría a diario! Pero no siempre lo manifestamos, tenemos miedo a decirlo, o si lo decimos lo hacemos en voz baja, para que nadie se entere.
Hoy Isabel y María nos enseñan a estar alegres y contentos y eso manifestárselo a los demás.
La vergüenza apaga muchas veces nuestros sentimientos y nos hace ocultar lo que queremos decir.
Ahora que llegamos a la Navidad digamos a voz en grito que creemos en Dios, que Él es quien nos da la vida y quien sacia nuestra sed.
Si gritamos, nuestra voz llegará a más lugares y más personas conocerán a Dios.
Ya sabes, hermano, hermana, hay que gritar…

19 de diciembre de 2012

San José


     Hola, Mangantes, soy San José, el esposo de maría. Dejé que hablara ella antes y contara su versión de los hechos acontecidos cuando nació Jesusito. Al fin y al cabo ella fue la que se llevó el susto mayor cuando Gabriel le dijo lo de concebir al Hijo de Dios. Aunque mi sorpresa también fue mayúscula.
     Recuerdo aquella mañana en que María vino al taller de Nazaret y me dijo: "tenemos que hablar, tengo algo importante que contarte". Yo seguí con mis quehaceres, ya saben ustedes las tonterías con las que a veces te vienen las mujeres. María insistía e insistía, y finalmente, le dije: "vamos a ver, ¿qué quieres?"
     Ahí fue que me soltó todo, que estaba embarazada, que había sido el Espíritu Santo, que se lo había anunciado el Ángel Gabriel, que el niño que iba a nacer iba a ser el Mesías. Yo pensaba que estaba embromando conmigo, pero su carita me hacía ver que estaba hablando enserio, muy en serio. Empecé a analizar todo lo que me decía... y lo que más me irritaba era eso del Espíritu Santo. ¿Quién se pensaba que era el Espíritu Santo para intervenir en la relación entre María y yo?
     Estuve varios días sin hablar a María, porque realmente sospechaba que me la había pegado con otro de la aldea, pero por otro lado pensaba que ella no era de ese tipo de mujeres. Siempre había sido seria, siempre se había hecho respetar.
     Después de unos días decidí repudiarla, rechazarla en secreto, para que nadie se enterara y fuera "maltratada" y señalada en la aldea.
     Pero... en aquella noche en que se me apareció a mí también el ángel de Dios, comencé a pensar de otra manera. Era increíble: Dios era capaz de convencer al mas incrédulo. Comencé a ver la mano de Todo poderoso en todo aquello.
     Luego vino el Nacimiento, toda una odisea, cargada de obstáculos, no creo que los corredores de salto de vallas en las Olimpiadas salten tantos obstáculos como los que yo salté. Que si la posada estaba llena, que si tuvo que nacer Jesusito en un pesebre, que si luego tuvimos que huir a Egipto... ¡Dios mío!
     De lo que sí puedo dar testimonio es de que Jesús desde muy pequeño siempre fue muy responsable y aplicado. Era, ademas, muy piadoso y serio en las cuestiones de Dios y eso fue lo que le impulsó a convertirse luego en una gran profeta, mejor dicho, en el Mesías... De todos modos, de todo eso poco puedo hablar, ya que fallecí antes.
     Quisiera, Mangantes, que me dijeran qué hubiesen hecho ustedes en aquella situación: ¿hubiesen repudiado en secreto a María, la hubiesen aceptado, la hubiesen dejado y abandonado...? Ustedes dirán.
     Yo creo que hice lo correcto, así me lo dicta mi conciencia. Felices fiestas del nacimiento de mi "hijo" Jesús.

15 de diciembre de 2012

María


     Hola, Mangantes, soy María, la mamá de Jesús. No hace falta que les cuente mi vida porque ya muchas cosas las saben por los evangelios, y lo que ahí no aparece es porque no es demasiado importante.
     Hoy tan solo quisiera decirles cómo recibí el Nacimiento de Jesús. Fue un sábado, lo recuerdo perfectamente cuando estaba en mi casa tranquila rezando. Y en ese momento de encuentro con Dios, entró en mi casa Gabriel, el arcángel. Me dio un susto de muerte, porque ¿quién se espera que así de repente entre un arcángel en su cuarto?
     Pues sí, allí estaba Gabriel. Empezó a hablarme, a decirme que traía un mensaje de Dios, que yo iba a concebir un hijo por obra del Espíritu Santo... "Ja-ja-ja, eso no te lo crees ni tú" -le dije a Gabriel. Me froté los ojos varias veces, porque me parecía que estaba soñando. También me acerqué al arcángel para tocarlo a ver si era real o era una alucinación. Y sí, parecía real. Yo no sabía qué decir, era demasiado joven para tomar una decisión tan importante. Además mis padres, Joaquín y Ana, siempre me dijeron que no me precipitara, que me tomara tiempo para decidir las cosas importantes de mi vida. Pero ahí estaba Gabriel, en nombre de Dios, metiéndome presión y esperando una respuesta mía. Mi primera reacción fue empezar a poner obstáculos, decirle que no conocía varón, etc... pero él siempre me respondía con alguna prueba. Pensaba también en la reacción de José al enterarse que iba a tener un hijo por obra del Espíritu Santo. Él no se lo iba a creer y, sabiendo lo desconfiado que era mi futuro esposo, pensaría que había estado por ahí con otro hombre.
     Al final Gabriel me convenció y terminé diciendo que sí, que aceptaba, que me fiaba de Dios. Con José las cosas no fueron fáciles. Al principió no quiso saber nada de mí, luego me rechazó en secreto y, finalmente, aceptó acompañarme en la tarea de ser el padre de Jesús. La verdad es que fue un buen padre, y me ayudó mucho a educar a Jesús.
     El embarazo fue complicadito, porque mucha gente de Nazaret me miraba mal porque no entendían que antes de estar casada con José tuviera un hijo. En algunas tiendas me dejaron de vender, algunas mujeres me retiraron la palabra, y todo porque decían que era impura y que estaba yendo en contra de la Ley de Dios. Si ellas supieran que el niño que estaba esperando era el mismo Hijo de Dios no hubiesen pensado así, pero ya sabemos cómo es de chismosa y criticona la gente...
     El parto no fue mucho más fácil; tuve que dar a luz a Jesús en un establo, porque no nos dieron posada. Pero la cosa se puso más difícil cuando un día José se despierta nervioso y me dice: "María, he tenido un sueño; debemos irnos a Egipto porque quieren matar a Jesús".
     "Anda ya, José, no digas tonterías, ¿cómo van a querer matar a Jesús que es solo un niño?" -le dije a José. "Que sí, María, que Herodes se piensa que este niño le va a quitar el poder" -me contestó él.
     Y tuvimos que irnos montados en un borriquito, huyendo del rey.
     Al cabo de unos años pudimos volver a nuestra tierra y vivir tranquilos en Nazaret.
     Mangantes, les contaré un secreto: no sé qué tenía aquel niño que a mí me llenaba de alegría y gozo. Era muy inteligente y lindo (eso dicen todas la madres de sus hijos, claro), pero desprendía una luz especial que hacía que los que se acercaban a él se sintieran felices. Bueno, reconozco que sí sé lo que tenía: era el Hijo de Dios y eso le hacía ser tan especial.

13 de diciembre de 2012

El posadero


     Hola, Mangantes, después de que hayan hablado el Arcángel Gabriel e Isabel, me toca a mí.
     Soy el posadero que no pude dar posada a María y a José. Todavía recuerdo aquella noche. Llamaron a la puerta y salí a abrir. Allí en la entrada de la posada estaba una pareja. Ella parecía muy joven, mientras que él ya era algo más madurito. Se presentaron, me dijeron que se llamaban María y José. Se les veía muy educados y amables. Me dijeron que necesitaban una habitación, porque ella estaba embarazada y en pocas horas iba a dar a luz.
     Me puse a mirar en el listado de habitaciones, y vi que todo estaba lleno. No había ni un hueco. Me dirigí a ellos y les dije que no tenía sitio. Ellos me miraron con cara de pena, y me insistieron diciendo que en cualquier rinconcito podrían dormir, que les diera posada.
     Yo, muy serio y responsable, les volví a repetir que no había ni un hueco, que miraran en la posada del pueblo de al lado, que tenía muy buenos precios y que solía estar más libre que la mía.
     Se marcharon andando, despacio (la verdad es que María no estaba para ir corriendo en aquel estado de embarzado ya tan avanzado).
     A los dos días, estaba yo en la puerta de la posada despidiendo a unos clientes, cuando pasaron José y María. Llevaban ya entre sus brazos al niño que estaban esperando. Se les veía felices, sonrientes, como todos los padres primerizos. Les alcé la mano y les llamé para que se acercaran y así pudiera felicitarles por el retoño que habían tenido. Vinieron hasta donde yo estaba. Miré al niño y le hice carantoñas. La criatura me respondió con una sonrisa. No sé si serían cosas mías o qué, pero me pareció que aquel bebé tenía algo especial en aquella sonrisa.
     El caso es que me puse a conversar con José, porque María se puso a darle loa leche al niño, y le pregunté si consiguieron por fin encontrar posada. José me miró a los ojos y me dijo que no, que al salir del pueblo, María comenzó a tener las contracciones y tuvieron que detenerse. Muy cerca del camino encontraron un pesebre, un establo de animales, y que allí se metieron, porque veían que María no llegaba al siguiente pueblo.
     Me quedé avergonzado y triste, porque, sin quererlo, había provocado que aquel niño tan simpático tuviera que nacer en un lugar tan poco digno y acogedor. Tuve remordimientos de conciencia, porque podría haber hecho algún esfuerzo y haber metido a aquella pareja en algún rincón de la posada.
     Pedí disculpas a María y a José, y recordé que tenía en mi casa un sonajero que yo mismo había elaborado para mis hijos cuando eran pequeños. Le dije a José que no se marchara, entré corriendo a casa y cogí el sonajero. Se lo di a María y le dije que ese era mi regalo para ese niño tan especial, que aunque no había sido capaz de darles posada, quería al menos conseguir que aquel bebé no perdiera nunca esa gracia tan especial. Tomaron el regalo y me dijeron que se marchaban, que andaban con prisa...
     Eso fue lo que realmente ocurrió. Aquella experiencia me sirvió para ser más acogedor con todos aquellos que venían a la posada.

11 de diciembre de 2012

La Mula y el buey

     Hola, Mangantes, somos la mula y el buey. Aparecemos en todos los nacimientos y belenes de la tierra. Después de colocar las figuras de la Virgen, San José y el Niño, la gente a continuación, nos pone a nosotros.
     Muy poca gente conoce nuestra verdadera historia, y cómo aparecimos aquel día del nacimiento del Hijo de Dios en aquel establo. Muy poca gente conoce nuestros nombres ni qué fue de nosotros una vez que José, María y el Niño se marcharon de allí.
     Aprovecharemos entonces para contarles todo esto a ustedes.
     Yo, la mula, me llamo Matea. Mi amo me puso ese nombre porque era tan original que a todas sus mulas las llamaba Matea. Sí, sí, ya se imaginan mi madre se llama Matea, mi hermana se llama Matea, mi tía se llama Matea, mi abuela se llama Matea, mi bisabuela se llama Matea. ¿Saben cómo se llamaba mi tatarabuela, que en paz descanse? –Acertaron: Matea.
     Yo, el buey, me llamo Bartolomé, aunque todos me llaman Bartolo. ¿Y saben por qué tengo ese nombre? –Porque mi amo es tan original que a todos los bueyes nos llamaba así. Así que no hace falta que les diga cómo se llamaba mi padre, y mi hermano, y mi tío…
     Nosotros nos conocimos en casa de nuestro amo. Ambos trabajábamos de sol a sol, sin descanso. Nuestro señor nos trataba bien y nos daba bien de comer, cada vez que terminábamos la faena. Pasábamos tanto tiempo juntos trabajando que empezamos a entablar una gran amistad. Y esa amistad se fue convirtiendo poco a poco en amor. Ya sé que les extraña lo que les cuento, porque no es normal que se enamoren un buey y una mula. Un día el amo se enteró que éramos novios, nos pilló en el establo besándonos, y nos expulsó de su casa, porque en aquella época no estaba bien visto que las mulas y los bueyes se quisieran. Empezamos a caminar y a caminar, hasta que llegamos a aquel establo sucio y desordenado. Decidimos que aquel iba a ser nuestro hogar, y lo acondicionamos a nuestro gusto.
      Un buen día apareció una pareja en nuestro establo. Ella estaba embarazadísima. El niño podía venir en cualquier momento. Nos contaron que ellos también habían tenido que huir, que no eran comprendidos en su aldea, y muchas otras cosas más. Su historia nos recordó a la nuestra y decidimos invitarles a que se quedaran. María, que así se llamaba la joven nos contó que iba a ser un niño, que estaba segura. Nosotros nos mirábamos sorprendidos porque en aquel tiempo no existían tantos aparatos como ahora para saber si iba a ser niño o niña.
      Estábamos hablando cuando de repente María comenzó con las contracciones. En un abrir y cerrar de ojos, María dio a luz y comenzamos a escuchar llorar a aquel niño.
      Todo esto ocurrió en la noche, y como hacía frío, José nos pidió que diéramos calor al niño con nuestro aliento. Así estuvimos varios días, hasta que José decidió marcharse porque había tenido un sueño o algo así.
      Luego, después de unos años nos enteramos que aquel niño fue el Mesías y que murió en una cruz, ¡pobrecito!
      Lo mejor de nuestra historia es que cada año en Navidad, nosotros, Bartolo y Matea, nos volvemos a juntar, pasamos casi un mes unidos y, después de cepillarnos bien los dientes para no echarle nuestro mal aliento al Niño, le damos calorcito para que se sienta como en casa.

9 de diciembre de 2012

7 de diciembre de 2012

Un pasito p´alante, un pasito p´atrás


     Durante el tiempo de Adviento, todos los aços escuchamos que se nos dice, en palabras de Juan el Bautista, "preparad los caminos".
     Estamos caminando y la humanidad da grandes pasos cada día, pero yo me pregunto: "hacia dónde caminamos". Puede ser que en la vida estemos avanzando, pero no sé si los pasos que damos son los acertados. Hemos avanzado mucho en medicina, y seguimos permitiendo que mueran muchos niños de enfermedades que son curables, o dejamos que se autorice en muchos países la práctica del aborto. Hemos avanzado en tecnología, y al mismo tiempo, valiéndose de esa tecnología, se fabrican armas y bombas para matar a personas inocentes. Se ha avanzado mucho en telecomunicaciones, y somos capaces de hablar con alguien que está en Australia, en China o en la Antártida con una rapidez asombrosa, y sin embargo, a la persona que está a mi lado no soy ni capaz de darle los buenos días. Hemos avanzado mucho en arquitectura y construccón, se edifican grandes rascacielos, mientras que muchos mueren sin tener un techo.
     Muchos pasos que damos son acertados, y van para el frente; pero otros pasos que damos son errados y nos llevan para atrás.
     Animo a todos a caminar, con paso firme, con espíritu decidido, pero cuidado con los pasos errados y que nos llevan para atrás.

5 de diciembre de 2012

Isabel


     Hola, Mangantes, soy Isabel, la prima de María, aquella que dice el evangelio que se quedó embarazada ya muy mayor... esa misma. Ya saben que mi esposo se llama Zacarías y que juntos tuvimos un hijo llamado Juan, aunque nosotros en casa siempre le hemos llamado Juanito. El caso es que nuestro niño vino cuando menos lo esperábamos. En la juventud, Zacarías y yo lo intentamos muchas veces y siempre decíamos que queríamos tener 4 varones y 3 hembras; en total 7, por aquello de que era un número perfecto. Pero no había forma de quedarme embarazada.
     Cuando ya habíamos desistido y nos habíamos rendido, un día empecé a sentir náuseas y visité al médico. Él me dijo que estaba embarazada. "¿Cómo?" -le dije yo-. "Se está burlando de mí". Era cierto, algo dentro de mí estaba creciendo... EL doctor me mandó máximo reposo, estaba en un embarazo de riesgo. Así que decidí no hacer muchas cosas. De hecho, incluso Zacarías tomó conciencia de mi situación y en los meses de embarazo venía del Templo más temprano a casa, para ayudarme en las tareas hogareñas.
     Un día que estaba tranquilita en casa, entró por la puerta María, mi prima, a la que hacía tiempo que no veía. Nos abrazamos efusivamente y nos felicitamos mutuamente, porque ambas estábamos esperando un niño. Nuestra reacción inmediata fue la de ponernos a rezar y dar gracias a Dios, porque se había fijado en nosotras para llevar en nuestro vientre a los que serían futuramente dos grandes profetas del pueblo de Israel.
     Cuando nos despedimos aquel día, nos deseamos que el parto fuera bien. Y así fue, ambas trajimos al mundo a dos bebés preciosos que llenaron de alegría nuestras casas.
     Ya cuando tuve a Juan, comencé a educarlo y guiarlo en las cuestiones importantes de la vida y en la fe. Él cuando se hizo adulto decidió marcharse al desierto y predicar la Palabra de Dios. Era un orgullo para mí saber que tenía un hijo profeta, pero pasé mucho miedo, porque se metía demasiado con el rey Herodes.
     Bueno, Mangantes, espero que con esta reflexión podáis conocer más cosas de mi vida y les recuerdo que "para Dios nada hay imposible".

3 de diciembre de 2012

El Arcángel Gabriel


     Hola, Mangantes, soy el Arcángel Gabriel. Como ustedes saben los arcángeles nos dedicamos a dar mensajes de Dios a la humanidad.
     Aunque yo ya había aparecido en la Biblia en otras ocasiones, me hice muy famoso porque Dios me encargó la misión de decirle a María, la de Nazaret, que iba a concebir al Hijo de Dios. Ustedes pensarán que cuando Dios me dijo que tenía que decirle eso a María, yo enseguida bajé a la tierra y se lo dije. Pues no. Más bien lo que ocurrió es que le dije a Dios que se buscara a otro, que esa misión era muy difícil. Incluso le propuse otros nombres: "Miguel y Rafael, ellos son también arcángeles y podían hacer eso muy bien".
     Dios, que es muy inteligente, dejó que me desahogara y expresara mi rebeldía. Me dijo que me tomara unos días para pensarlo. Me fui a pasear por las nubes para "oxigenarme" un poco.
     La verdad es que yo tenía miedo, mucho miedo, aquello era demasiado serio: eso de aparecerse de repente a una joven y decirle que va a ser la madre de Dios no es fácil.
     Estaba totalmente cerrado a lo que me proponía Dios, pero cuando reflexioné sobre lo que significa mi nombre: "Gabriel" (fuerza de Dios), descubrí que no tenía que tener miedo, que Él me iba a ayudar.
     Finalmente Dios marcó una fecha, que sinceramente ahora no recuerdo. Era un día claro, despejado. Se oía claramente el canto de los pajaritos.
     Bajé muy rápido a Nazaret. Busqué la casa de María, según los datos que Dios me dio, y enseguida la encontré. Toqué a la puerta, y nadie me respondió. No se oía ni una mosca. Me asomé por una ventanita pequeña de la casa y allí vi a una joven preciosa, que estaba arrodillada en el suelo, en actitud de oración. Supuse que aquella muchacha era María.
     Me temblaban las piernas, pero me armé de valor y entré por el ventanuco. Aunque era estrecho, conseguí pasar (los ángeles como no tenemos huesos nos metemos casi por cualquier sitio) y allí me aparecí ante aquella joven que se le veía muy llena de Dios. Comencé con ella el diálogo que ya ustedes conocen por el evangelista Lucas... Aquella muchacha no me lo puso fácil. Ella insistía en que "no conocía varón", que aún no estaba casada con José, que cómo podría ser que su hijo fuera obra del Espíritu Santo... y yo le ponía ejemplos para que viera que para Dios nada era imposible, que se fijara en su pariente Isabel que ya era anciana...
     María era un poco terca y testaruda, y a mí se me acababan los argumentos. Yo ya estaba cansado y decía: "Dios mío, qué mujer tan cabezona". Llevaba una hora ahí en el aire agitando las alas para no caerme..., ya estaba decidido a tirar la toalla y decirle a Dios que buscara otra... Pero justo ya cuando me iba a ir, ella dijo: "Hágase en mí según tu Palabra". La miré a la cara y le dije: "¿cómo? ¿aceptas, de verdad?" -"Sí", me dijo ella.
     Me fui volando hacia el cielo para contárselo a Dios y cuando llegué allí, sofocado y casi sin aire, le dije a Dios: "María... ha... aceptado...". Él me miró, empezó a reír a carcajadas y me dijo: "Ya lo sé, les estuve espiando por la rendija de la puerta de la casa de María".
     Desde  aquel día perdí el miedo y me volví más arriesgado. Si pude con María, ya puedo con cualquiera...
     Bueno, Mangantes, les dejo, me está llamando Dios, no sé qué misión me tendrá preparada para hoy.

2 de diciembre de 2012

Los protagonistas del Nacimiento



     Queridos Mangantes, a lo largo del tiempo de Adviento y Navidad aparecerán algunos mangos a modo de cuentos, reflexiones e historietas sobre diferentes personajes y elementos propios de esta época: María, José, el niño Jesús, la mula, el buey, los ángeles, los pastores, Isabel, el ángel Gabriel, los Reyes Magos, los camellos, los posaderos, Herodes...
     Con el título: "los protagonistas del nacimiento" les ofreceré pequeñas historias narradas por estos personajes y elementos de Navidad, que nos ayudarán a adentrarnos en el Misterio del Nacimiento del Hijo de Dios.