15 de junio de 2012

No todas las espigas son iguales


En este domingo, Jesús nos habla en parábolas. Nos ofrece comparaciones sencillas para que entendamos en qué consiste el Reino de Dios y qué hay que hacer para entrar en Él.

Él nos dice que las personas somos como semillas de espiga que son echadas en la tierra, que van creciendo y que al final dan fruto.

Pero lo que es cierto es que no todas las espigas son iguales, no todas las personas somos iguales y no todos damos fruto…

Hay espigas que de la poca fuerza que tienen se dejan llevar por el viento, y a veces se rompen, se parten y ya no sirven. Hay personas con poca personalidad, que se dejan arrastrar por los otros, que se dejan influenciar por las opiniones de los demás, por la moda, y que al final terminan sucumbiendo ante la presión de los que le rodean. Son aquellos que no tienen control de su propia vida.

Hay espigas sin vida, afeadas, medio mustias. Al igual que también hay personas amargadas, tristes, desoladas. Personas que no encuentran el rumbo y se deprimen.

Hay espigas que están muy lindas por fuera, pero que luego cuando deben dar fruto están vacías, no tienen nada que ofrecer. También hay personas lindas por fuera, bien adornadas, bellas… pero que su interior está seco, vacío. Son aquellos que sólo piensan en aparentar, en dar una buena imagen ero que no cultivan su interior.

Hay que espigas que crecen y crecen, que suben y suben, y miran por encima a las demás espigas. Ellas son capaces de divisar todo el trigal y controlar el movimiento de las demás espigas. También hay personas que viven y disfrutan controlando a los otros, supervisando la vida del vecino. Personas que les gusta estar por encima de los demás.

Y finalmente hay espigas pequeñitas, sencillas, que no hacen demasiado ruido, y sin embargo cuando tienen que dar fruto dan muchos granos. También hay personas sencillas, que no llaman la atención, que no presumen, que tienen personalidad, que viven con alegría, y su vida está llena de frutos, de buenos frutos. De ellos es el Reino de los cielos.

Hermanos, hermanas, ¿de qué tipo de espigas somos?

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