23 de marzo de 2011

Leo no quiere que otros lean

Érase una vez un Rey que se llamaba Leo. Cuando nació sus padres le pusieron ese nombre, porque tenían mucho interés en que su hijo aprendiera bien a leer y entendían que llamándose así, él recordaría toda su vida lo importante que era la lectura para poder llegar a ser un día una persona importante.
Nuestro amigo Leo desde muy pequeño fue a la escuela, tuvo los mejores profesores del Reino, todas las mañanas recibía clases particulares y poco a poco se convirtió en un gran aficionado a la lectura. Tanta fue su afición por los libros que creó su propia Biblioteca, donde coleccionaba todos los libros que había leído y dejaba en espera aquellos otros que deseaba leer. Algunos dicen que llegó a tener un millón de libros. Cuando Leo cumplió los 25 años fue investido Rey, y todo el pueblo estaba feliz porque sabían que tenían un Rey inteligente, que había aprendido muchas cosas en los libros y que lo iba a poner en práctica.
Un día Leo decidió salir a dar una vuelta por las calles de su Reino para conocer a la gente. ¡Cuál fue su sorpresa cuando vio que había muchas escuelas, donde muchos niños aprendían a leer como él! ¡Qué sorpresa fue la suya al comprobar que en cada esquina, en cada plaza había al menos un joven leyendo!...
Pero esto, en lugar de alegrar al Rey Leo, empezó a preocuparle, porque pensó: "Si la gente lee mucho, si la gente tiene libros puede llegar a saber muchas cosas y tener grandes conocimientos. Si la gente lee y conoce las cosas del mundo pueden llegar a ser tan inteligentes como yo, y eso no puede ser...".
Entonces Leo llamó a todo el Consejo Real y les dijo que tenían que retirar todos los libros del Reino, llevarlos a su Biblioteca y sólo dar libros cuando él lo considerara oportuno. También debían cerrar varias escuelas y recortar los presupuestos destinados a Educación. Sus consejeros tomaron esas medidas y pusieron en práctica lo que su Rey les dijo. Entonces, la gente dejó de leer, de interesarse por la lectura y tener deseos de aprender y conocer las cosas del mundo.
Alguna gente del pueblo comenzó a manifetarse frente al Palacio Real. Decidieron tomar como símbolo un paraguas amarillo que les identificara y que ayudara al Rey a verles bien cada vez que se asomara a las ventanas de su palacio.
La protesta no dio los resultados esperados y, hasta el día de hoy, en el Reino de Leo los libros están secuestrados, la cultura está restringida sólo para unos cuantos y el dinero que debía ir destinado a Educación es empleado en otros menesteres, como espadas, lanzas, fiestas reales, viajes oficiales a otros reinos...

¿A algún dominicano le suena este cuento? ¿Alguien cree conocer el Reino de Leo? -Si piensas que cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia, denúncialo y apoya el 4% del PIB para Educación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario