15 de enero de 2011

Elena, Belén y Alberto nos envían un Mango desde España

Como ya sabéis en el tiempo de Navidad estuvieron aquí compartiendo nuestra vida Belén, Alberto y Elena. Se han llevado para España una gran experiencia y, como no son egoístas, la quieren compartir con todos los mangantes. Ahí va su reflexión de lo que han vivido en esa semana:


Érase una vez tres aventureros que estaban hartos de tener frío y decidieron pasar las Navidades en uno de los lugares más cálidos del mundo (República Dominicana). Lo que no sabían era que en aquel lugar encontrarían no sólo la calidez del clima sino también la de las personas que viven allí. Su historia comienza así:

Nada más bajar del avión se encontraron con el cálido abrazo, la sonrisa y la ilusión del mejor de los amigos, el cual les invitó a pasar una semana llena de emociones, aventuras y diversión. En primer lugar, les hizo un hueco dentro de su casa y compartió su familia (Pepe, Tomás, Pabel y Emmanuel) con ellos. Todos ellos les ayudaron a sumergirse en las aguas caribeñas, probar los mejores manjares de la tierra, y maravillarse con la flora y fauna autóctona (o "endémica") del parque de los Haitises.
Pero eso no fue lo que más calentó sus corazones ya que habían reservado la mejor de las sorpresas para el final: la sonrisa de los niños limpiabotas. Estos niños les dieron una lección de vida al demostrarles cómo con muy poco se puede ser y hacer felices a los demás. Sus hogares estaban en un barrio en donde la basura y pobreza formaban parte del paisaje, llegando incluso a convertirse en sus juguetes. La ausencia de agua corriente les obligaba a tener que bañarse en un río peligroso y contaminado, algo que ellos habían convertido en una diversión. Los tres aventureros observaron las infinitas carencias en las que estos niños vivían y que tenían asumidas con normalidad. La educación, la salud, la alimentación y un ocio sano eran palabras que no formaban parte de sus vidas. La tristeza que les produjo ser conscientes de esta realidad, se vio calmada por los propios niños que a su alrededor cantaban, bailaban, hacían malabares y les regalaban la mejor de sus sonrisas.
Además pudieron comprobar que estos niños no estaban solos. Las personas de gran corazón que integraban la parroquia Ntra. Señora de Guadalupe y el dispensario médico, guiados por los Frailes Mercedarios, se habían puesto en marcha para ofrecer a estos niños una infancia lo más digna posible.
El tiempo pasó sin darse cuenta y llegaron al final de su aventura. Con sus maletas y corazones cargados de recuerdos volvieron a su país como orgullosos embajadores de los sueños de niños como Fidel, Raúl, Chickén, Mario, Edi, etc...

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