15 de noviembre de 2010

Por dos kilos de más

     En uno de los días que acompañé a mi hermano Enmanuel a celebrar la Eucaristía a la cárcel, tuve la suerte de dialogar con un muchacho de unos veintitantos años, que, al enterarse de que yo era español, se acercó a mí para entablar conversación. Me contó que él había vivido varios años en España, trabajando en la construcción, me dijo que añoraba mucho las cosas que había tenido en España y que, por desgracia, en República Dominicana no se pueden conseguir.
     En el trascurso de la conversación, sin preguntarle, me explicó que él estaba internado allí porque en uno de los viajes hacia España llevaba dos kilos de más, que no había registrado ni declarado. Esos dos kilos no eran precisamente de lechugas, ni de arroz, ni de guandules, ni de papas, ni de lentejas, sino de una "harina ilegal" que le ha obligado a posponer todos sus planes de futuro y ver las cosas de otra manera.
     Estoy convencido de que este amiguito ya ha aprendido la lección; no creo que vuelva a llevar ni un gramo de esa "harina" que le ha hecho entrar en prisión.
     Este mango lo dedico a todos los jóvenes que se les puede pasar por la cabeza la genial idea de llenar su bolso de viaje de la famosa "harina ilegal". Ustedes eligen el destino: España o la prisión.

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