12 de septiembre de 2010

Soy feliz, muy feliz

    ¿Quién no se ha montado en un avión, en un autobús o en un tren, y no se ha encontrado con una monja, ya sea con hábito o vestida de calle? -Algunas veces parece que las religiosas han hecho un contrato con Iberia, con Renfe o con cualquier compañía de autobuses, porque es muy común encontrarse a alguna monja montada en estos medios de transporte.
    ¿Por qué os digo todo esto? -porque cuando fui a España, a mi lado se sentó una religiosa (o yo a su lado, depende como lo veamos). Pudiera parecer casualidad, coincidencia, el destino o, incluso, que la chica que despachaba los billetes nos vio la misma cara. Pero el caso es que de doscientas personas que estábamos en el avión, dos, que yo sepa, éramos religiosos y nos tocó juntos. No sé si los albañiles iban juntos también, no sé si al gremio de los taxistas les habían sentado juntos, no sé si los carpinteros tenían asientos correlativos..., no lo comprobé. Pero ahí estábamos el fraile y la monja sentados en los asientos 29 A y 29 B, respectivamente, a 11.000 mts de altura.
    Esta religiosa -Inmaculada, se llamaba- es de las que iba vestida de calle, pero la cruz plateada que llevaba colgada en el pecho le delataba. Al sentarme se ve que yo también le di cierto tufillo a fraile y me preguntó: "¿de qué gremio eres?". Me quedé sorprendido y en seguida respondí: "mercedario, ¿y usted?". "Dominica del Rosario" -respondió ella.
    Nos pusimos enseguida a conversar e intercambiar preguntas y experiencias: ¿dónde tenéis comunidad vuestra congregación? ¿en qué trabajáis? ¿cuál es vuestro carisma? ¿cuánto tiempo llevas por aquí? ¿te has adaptado bien a la cultura dominicana?...
    Y ante estas dos últimas preguntas le dije que yo llevaba 10 meses y que todavía no estaba muy adaptado. Ella sonrió, me miró con cariño y me respondió: "llevo 43 años y creo que nunca llegas a adaptarte del todo. Eres capaz de comprender algunas cosas, de entender algunos comportamientos y formas de vivir, pero creo que completamente nunca te adaptas, aunque lleves toda la vida. Pero te aseguro que soy feliz, muy feliz, y no sabría vivir en otro lugar".
     Me llamó la atención todo el tiempo que esta religiosa llevaba en el país, su experiencia y su reflexión, pero lo que más me gustó fue escuchar: "soy feliz, muy feliz". Al fin y al cabo se trata de eso, ¿no?
     Mi admiración por aquellos religiosos y religiosas que llevan "taitantos" años de misioneros dando la vida por los demás y son felices haciendo felices a los otros.

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